La misión de un amplificador parece fácil pero no lo es. Amplificar una señal musical no es, pese a lo que muchos podrían pensar, introducirla en unos circuitos que aumenten su potencia a unos niveles adecuados para obtener un determinado nivel de presión sonora a partir de un par de cajas acústicas y asunto concluido.
Hay que hacer esto, evidentemente, pero hay que hacerlo bien. Y hacerlo bien implica considerar, en primer lugar, que todo es muy complicado y, a la vez, que nada es perfecto. Hay que tener en cuenta que una señal musical, incluso la más simple, siempre viene “acompañada” por la simple razón de que el carácter, la personalidad de la misma viene dado por una particular combinación de tonos o frecuencias fundamentales y sus armónicos (múltiplos enteros de la misma).
De la gracia con que se reproduzca la mencionada combinación dependerá el nivel de realismo, calidez y naturalidad, y también el de frialdad, fatiga o agresividad, con que sea reproducida la música procedente de una fuente de sonido determinada ya se trate de un lector de CD/SACD o de DVD/BD, un disco de vinilo, etc.
Y esa “gracia” dependerá de la habilidad de la electrónica encargada de conseguirla a la hora de tratar todos y cada uno de los detalles armónicos de la música en cuestión y preservarlos intactos (es decir sin distorsión audible) tanto en términos individuales como colectivos (es decir de diferencias relativas entre ellos). Por otro lado, en audio High End la calidad subjetiva (es decir percibida por nosotros y, por tanto, la que verdaderamente importa) de toda reproducción musical depende en muchos casos de la imperfección, es decir de esa presencia de armónicos que antes mencionábamos.
¿Pero qué es un amplificador integrado? Muy fácil: tomemos un preamplificador de línea (que también puede incluir uno de fono) y una etapa de potencia, conectémoslos a una única fuente de alimentación, montémoslos en el mismo chasis y tendremos un amplificador integrado.
¿Significa esto que se trata de una solución de inferior calidad que la formada por preamplificador y etapa de potencia separados? En absoluto. Ejecutada la operación con sentido común, los niveles de calidad obtenidos pueden compararse perfectamente -aunque no en el límite- a los proporcionados por un conjunto previo/etapa.
El amplificador integrado, es, en consecuencia, la opción ideal en términos de relación calidad/precio.
En lo que respecta a la potencia de salida de un amplificador, lo primero que debe tenerse en mente es que lo que nuestros oídos perciben no son los vatios (que son la unidad de dicha potencia) sino los decibelios correspondientes a la presión sonora proporcionada por las cajas acústicas. Puesto que el objetivo principal de todo sistema de Alta Fidelidad debe ser la reproducción de toda la gama de frecuencias de audio sin que haya distorsiones ni pérdidas de nivel, lo que debemos buscar a la hora de seleccionar una determinado amplificador integrado es precisamente la obtención de los decibelios en cuestión, que dependerán del tipo de música que se escuche, de las dimensiones de la sala en la que la escuchemos y, por supuesto, de la sensibilidad de las cajas acústicas que tengamos.
Así, si nuestras cajas acústicas poseen una sensibilidad de 90 dB/W/m, significa que con una potencia de amplificación de 1 vatio tendremos un nivel de presión sonora de 90 dB a 1 m de distancia de la caja. Cuando doblemos la potencia, dicho nivel se incrementará en exactamente 3 dB, lo que significa que con 2 vatios tendremos 93 dB y así sucesivamente.
Conclusión:
Pero la potencia tal cual, es decir la fuerza bruta, no lo es todo. Hay que mirar la calidad de esa potencia en el sentido de que se trate por igual a todas y cada una de las componentes de la señal musical procedente del previo -que a su vez habrá hecho lo propio con la enviada por la fuente- y, por supuesto, habrá que considerar el comportamiento del amplificador en régimen dinámico. En este último -crítico- apartado se ubican parámetros tan importantes como el factor de amortiguamiento (“Damping Factor”), que mide la habilidad de un amplificador para manejar una caja acústica.
De ahí la importancia de que dicho amplificador sea capaz no sólo de entregar una determinada potencia continua sino de multiplicarla por dos, sin distorsión, durante un determinado intervalo de tiempo de muy corta duración con el fin de satisfacer las exigencias de un determinado contraste dinámico. Es la llamada potencia dinámica o de pico, que en un buen amplificador debería ser del orden de un 50% de su potencia nominal (o sea continua). Cuanto más alto sea el valor de la potencia en cuestión, mejor será el comportamiento del amplificador en régimen dinámico y por tanto mejor su adaptación a las características de una determinada caja acústica y a las exigencias de cualquier mensaje musical.
Otro parámetro fundamental es la capacidad de entrega de corriente. ¿Qué significa? Simplemente que hay que tener en cuenta que el valor de la impedancia de una caja acústica varía con la frecuencia y por tanto que cuando su valor desciende por debajo de un determinado nivel el amplificador debe ser capaz de entregar la suficiente cantidad de corriente para compensar esa caída en términos de la potencia entregada. La capacidad en corriente es, pues, fundamental cuando se tiene que lidiar con cajas acústicas cuya curva de impedancia es altamente irregular y/o presenta descensos acusados hasta valores que rondan los 2 ohmios o incluso menos.
Otros parámetros a considerar son el “slew rate” y el tiempo de subida, que miden la rapidez de la respuesta de funcionamiento del amplificador. Combinados con el factor de amortiguamiento, dan una idea clara de lo que puede hacer una electrónica de ataque (amplificador integrado o etapa de potencia) para “seguir la música” con la máxima precisión.
¿Algún criterio de selección? Aparte de tener en cuenta las aportaciones de algo tan obvio como es la calidad constructiva, que se materializa en una distribución interna por subsistemas totalmente independientes (secciones de previo y amplificación de potencia ubicadas en placas de circuito impreso separadas, empleo de una topología circuital completamente doble monofónica), también habría que considerar si queremos un diseño a transistores, a válvulas o híbrido, la presencia de entradas balanceadas y no balanceadas y, por supuesto, la existencia de una estructura completamente antirresonante.