Lo primero de todo: tener muy claro cuál es la misión de un giradiscos
Un giradiscos puede llegar a ser tremendamente complejo al tratarse de un dispositivo eminentemente mecánico, pero la esencia de su misión es tremendamente simple: crear una plataforma lo más perfecta posible para que el sistema de lectura, léase el conjunto brazo-cápsula, pueda realizar su misión en condiciones óptimas. ¿Qué significa “condiciones óptimas?
Pues que el sistema de lectura esté lo más “tranquilo” y aislado posible, lo que implica por un lado una velocidad de rotación muy precisa y, por otro, que no haya la más mínima influencia procedente del exterior. Hablamos de interferencias que pueden tener un origen mecánico, acústico, eléctrico o magnético.
La “plataforma”: el conjunto chasis-plato
Dicho lo anterior, la lógica nos dice que la base sobre la que descansa todo debe ser lo más neutra posible desde el punto mecanoacústico, de modo que no aporte su impronta al sonido y por tanto lo distorsione/coloree. Esto implica que dicha base absorba cualquier posible vibración y la evacue lo antes posible. Para lograr esto tenemos que ver que materiales se usan para lograr el mejor control de vibraciones.
En los giradiscos más asequibles, lo que se suele hacer es combinar madera –por lo general MDF de grosor variable y debidamente tratada- con otros materiales, una solución muy efectiva en términos de relación prestaciones/coste. El siguiente paso es ”suspender” el plato, utilizando un abanico de soluciones que van desde sencillos muelles o incluso tacos de goma tratada para soportar la base sobre la que descansa dicho plato a fin de que el mismo “flote”. El componente a considerar a continuación es, por supuesto, el plato en sí, de importancia fundamental por cuanto sobre el mismo se colocará el disco de vinilo para su lectura. De nuevo, lo que buscaremos será una neutralidad mecanoacústica exquisita, idealmente total. Para ello se suelen combinar distintos materiales, pese a que en algunos modelos se utiliza un mismo material, caso del metacrilato, el aluminio, el metal cromado o el vidrio. Una solución que proporciona unos resultados espléndidos en modelos de precio democrático es la combinación de madera y resinas en, por ejemplo, una estructura sándwich.
El motor y el sistema de tracción
La inmensa mayoría de giradiscos actualmente disponibles en el mercado utilizan lo que se llama tracción por correa para mover el plato. De nuevo, los niveles de sofisticación disponibles son muy numerosos tanto en lo que respecta al motor en sí como componente electromecánico, como en la ubicación del mismo en el giradiscos. Por lógica, del motor debemos exigir que gire a la velocidad exacta -331/3, 45 ó, si se tercia. 78 revoluciones por minuto o rpm- y que lo haga con una estabilidad absoluta, sin variaciones y sin ruido. Hay motores de corriente alterna y otros de corriente continua, pero lo más importante es que sean silenciosos y que en el caso de que se produzcan variaciones en la velocidad de giro, por pequeñas que puedan ser, las mismas se puedan corregir. Esto nos lleva a distintas estrategias ampliamente contrastadas, siendo la más efectiva y popular de ellas el control electrónico en tiempo real, que en algunos diseños se complementa con un volante de inercia que se intercala entre plato y motor para estabilizar mecánicamente la velocidad de giro.
Ya para finalizar, hay que tener en cuenta la componente mecánica del motor, lo que significa que si se puede “aislar” de su entorno, mejor que mejor. De ahí la ubicación del motor en un bloque independiente acompañado por elementos aislantes para evitar que vibre y, mejor aún, situar ese bloque fuera del chasis del giradiscos de tal modo que el único cordón umbilical entre ambos componentes sea la correa de tracción. Volviendo a los sistemas con tracción por correa, baste decir que aspectos tales como el tipo de material empleado en la fabricación de esta última y el hecho de que la polea del motor –es decir el componente que “tira” de la correa y provoca la rotación del plato- sea de plástico o metálica, por ejemplo, tiene también su influencia en el sonido.
El brazo de lectura y sus ajustes
Una vez definida la plataforma sobre la que descansa el disco, le toca el turno al brazo de lectura, cuyo cometido es establecer unas condiciones de trabajo óptimas para la cápsula fonocaptora, responsable última de la “extracción” del mensaje musical contenido en el disco que queremos escuchar. La función del brazo es facilitar el trabajo de la cápsula y, al estar ésta integrada en el brazo, hacerlo con las máximas garantías.
Lo que acabamos de decir implica por un lado calidad en los materiales empleados para la construcción del brazo y, por otro, que el mismo disponga de cuantos más ajustes relevantes mejor y que el rango de opciones para cada ajuste sea externo y preciso a partes iguales, a lo que hay que añadir otro elemento crucial: la minimización del error de lectura, existente siempre en los brazos al uso –pivotantes, es decir que giran alrededor de un pivote- aunque no en los de tipo tangencial. Otro elemento a tener en cuenta es el montaje de la cápsula, que se realiza bien directamente en el extremo anterior del brazo bien en un portacápsulas que tiene la ventaja de poder desmontarse pero por otro lado “rompe” la integridad estructural del conjunto.
¿Ajustes? Tomen nota: idealmente, altura del brazo, fuerza de apoyo vertical, antideslizamiento, desplazamiento del brazo con respecto al eje de giro y azimut (que permite girar el tubo del brazo para que la cápsula esté perfectamente paralela al disco y por tanto el nivel de señal correspondiente a cada canal sea el mismo). ¿Es necesario tener todos estos ajustes? Todo depende, porque en la mayoría de los giradiscos suministrados de serie con su propio brazo el error de lectura ya está minimizado y la altura del brazo establecido, por lo que bastará con actuar sobre la fuerza de apoyo y el antideslizamiento.
Elementos complementarios que se agradecen
Al principio hablábamos de garantizar una rotación estable para el disco, pero también hay que asegurarse de que dicho disco esté perfectamente plano en el momento de la lectura para que la cápsula no cometa errores innecesarios.
Pues bien: tal “pegado” se consigue bien con un prensador del disco dedicado. También resulta muy efectivo y barato el uso de una esterilla y, por poco que se pueda, recomendamos el uso de una base dedicada.